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13 de octubre de 2014

En tiempo de prodigios

¿Cuánto necesitamos para rompernos por dentro? Como si fuéramos balsas en un mar de tormenta, nos enfrentamos al día a día, a los pequeños sinsabores, a las desgracias más grandes, con una dosis de valentía que requerirían novelas grandiosas. Pero a veces, cuando el mar azota demasiado, cuando nos zarandea como si fuéramos un trapo viejo, cuando no vemos la salida, nuestro cuerpo se quiebra, se rompe, se hace añicos y las numerosas piezas que saltan, que se convierten en pequeñas miguitas de pan que tener que ir encontrando, se quedan estancadas en el tiempo.
En tiempo de prodigios es una vida, una vida que se convierte en libro, o dos vidas que se cruzan y que se salvan una a otra, que se ligan como las salsas caseras, las de una madre a la que guardamos el recuerdo, la voz, todo lo que ella conllevaba. Somos seres afincados en las imágenes, en lo que recordamos y no recordamos, en los vacíos que llenamos con palabras, en un sillón con mantas que nos abriga del frío que hace allí fuera, en la realidad, tan tranquilos nosotros en el mundo del hogar, en la lumbre que calienta pero no ahoga, porque ya lo hace demasiado la vida real, la que se escapa siempre entre los dedos cuando queremos apresarla. Será que vivimos en tiempos revueltos, tanto que, sin pretenderlo, nos vemos hablando, conversando, llenando espacios. Necesitamos parar, observar, contemplar el mundo, y después ser parte de él, de sus elementos, para que no nos convirtamos en nadie. Esa conversación, ese llenar la vida con historias, esas palabras nacidas para ser contadas, son la vida de la que se nutre esta novela, que guardo en el recuerdo, que viaja conmigo desde hace años, a la que visito en numerosas ocasiones para perderme en su texto.
Cecilia se encuentra en un momento de crisis. Su madre ha muerto y ha roto con su pareja. Pero ella, a su vez, es la única que visita a Silvio, el abuelo de su mejor amiga, un hombre con sus luces y sombras y que guarda en su interior una historia que, Cecilia, está a punto de descubrir.

Entrevista a la autora en El Mundo y el El País.
Otras obras de Marta Rivera de la Cruz en la biblioteca

1 comentario:

Vicente dijo...

Esta obra nos presenta dos mundos completamente distintos que no parecen estar separados por sólo unos años, los años 30 y nuestros días, sino muchos siglos.
Donde tanto la familia, la maternidad el mundo laboral como las relaciones entre las personas son tan distintas que no parece que haya pasado una o dos generaciones sino muchas más.
En nuestros días las distancias mas insalvables no son las de cruzar un océano sino las que hay dentro del avión,cruzar un océano se tardan horas en cambio de viajar en turista a primera clase pueden pasar años.
Me sorprendió el comentario de Elijah, siendo negro americano viviendo la discriminación racial, sobre los judíos en Polonia, aunque lo escuché muchas veces en personas de carne y hueso, no entendiéndolo jamás.Como unas personas que se dedican al comercio, la enseñanza, el arte en definitiva, lo que hace la gente en tiempos de paz viéndose invadidos por una potencia extranjera cojan las armas de la noche a la mañana y se organizaran para enfrentarse al ejercito alemán.
La novela me pareció superabsorbente y para mi gusto de gran calidad.